Niño halcón, sanguinario asesino de Saltillo

- enero 07, 2018

México, 07 de enero de 2018.- Confesiones deun niño halcón

Recién habían pasado los días negros de la violencia impuesta por la guerra entre el Estado y los cárteles del narco, y yo había oído hablar muchas veces de los llamados niños-halcones o infantes vigías al servicio de los malandros.

Pensé entonces que sería bueno contar la historia de un niño halcón, pero no sabía cómo ni de dónde sacarla.

Se me ocurrió que en los centros de rehabilitación para enfermos de alcoholismo y drogadicción podía encontrar alguna.

Ya sabe, “Cristo Vive”, “Mesón del Cielo”, y les dije a sus respectivos pastores que andaba buscando el testimonio de un ex halcón arrepentido.

Que iban a consultar con el Creador, con Dios y a ver qué les resolvía, me dijeron.

Al cabo de unas semanas el Creador, Dios, resolvió que no, que no era adecuado ni prudente. Ante la negativa, nunca supe si realmente de Dios o de sus pastores, me quedaba una alternativa: la oficial.

Fui entonces a la Residencia Juvenil de Saltillo, alias la correccional, y luego de cumplir con algunos trámites que se limitaron a realizar un par de llamadas telefónicas, accedieron a ponerme frente a un niño halcón en proceso de reivindicación.

Sucedió un mediodía, en la cancha con mesas y banquitas de día de campo de la “corre”.

Era un muchacho chaparrito, 16 años, esbelto, morocho y con el cabello al ras.

Sus confesiones eran atroces, despiadadas. No solamente había sido halcón, sino ascendido en al escalafón de la delincuencia hasta convertirse en secuestrador de primera línea y en asesino.

Que había matado, me dijo, a los que le habían visto la cara, refiriéndose a sus plagiados ¿A cuántos?, había perdido la cuenta.

Entonces él tenía 13, 14, 15 años y se sentía un rey.

Había emanado de un barrio humilde del sector Tetillas, después andaba en trocas de lujo, luciendo mujeres, ropa de marca y fajos de billetes.

Yo estaba pasmado con la historia, no sabía qué hacer ni qué más preguntarle, no iba preparado para eso.

Yo simplemente quería contar la historia de un niño halcón y mire con lo que fui a topar.

Ahora sí que la curiosidad mató al gato…

Tres meses me duró la impresión, me resistía a escribir esa historia, hasta que al fin me decidí.

El reportaje se llamó “Confesiones de un niño halcón”, y me gustó hacerlo.
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